martes, 22 de marzo de 2011

LA ECONOMIA SOLIDARIA NO ES UNA UTOPIA IRREALIZABLE

Hace unas cuantas semanas, en una reunión con colegas economistas sobre economía solidaria, ante la novedad del tema surgieron, como era de esperar, algunas objeciones. La más radical argüía un poco de la siguiente manera: “No tiene sentido que discutamos de utopías irrealizables, ni de planteamientos deductivistas. Si queremos hacer algo concreto por la gente, hay que trabajar en el plano de la realidad que existe e intentar ‘arar con los bueyes que tenemos’ para hacer las cosas lo mejor posible”. La mayoría de los presentes prefirió no reaccionar. Pero se puede responder a esta objeción.
Hay más de un buen argumento para contestar esta especie de “neopragmatismo” bien intencionado. Se comprende además que éste se halle asociado con el desencanto de quienes apenas hace un par de décadas se sintieron engañados por planteamientos ideológicos revolucionarios con los que se habían comprometido y que no condujeron a la prometida eliminación de la injusticia e inequidad de la economía actual
La economía dominante lo es, entre otras cosas, porque controla la forma de verse a sí misma y la forma como la población ve y entiende la realidad económica. Es un control que realza lo que sirve a sus intereses e invisibiliza lo que le resulta contrario a los mismos. Por eso no es de extrañar que la mayoría de la población, al menos en todos los países de Occidente, piense que solo hay una manera exitosa de hacer economía, una única manera de actuar con racionalidad económica, y que decir mercado y decir mercado capitalista es una misma cosa. Esta manera de pensar ayuda a mantener las cosas como están y a que la gente se paralice creyendo que a lo más que se puede aspirar es a que cambie el partido en el gobierno, supuesto responsable de los males que aquejan a todos.
Existen notables premios nobel de la economía y otros valiosos analistas —¿habrá que recordar a Sen o a Stiglitz releyendo incluso a Adam Smith?— que han hecho ver con sus estudios que la visión utilitarista que supone que el ser humano, como agente económico solo actúa para maximizar su propio interés, no es una visión ni seria ni actualizada con los estudios antropológicos, psicológicos e históricos contemporáneos. En todo caso, si ese comportamiento domina hoy día en el ámbito mercantil, no se extiende a todos los ámbitos de la economía y menos aún al resto de las relaciones sociales. Hay amplios ámbitos de la actividad productiva y distributiva de la sociedad donde la fuerza motora no es ningún pretendido “egoísmo natural” sino actitudes y prácticas de cooperación, de donaciones, de comensalidad, de reciprocidad y solidaridad que generan racionalidades diferentes de la utilitarista. Y esas racionalidades crean espacios, experiencias empresariales y prácticas de organizaciones de la sociedad civil en donde con un espíritu diferente del de la economía capitalista, se logra de manera más eficiente responder a las exigencias de satisfacer las necesidades de todas y todos los seres humanos que en ellas participan.
Poner el ejemplo de países de América Latina para mostrar lo que en esta dirección se está construyendo no puede ser visto como una ilustración de algo excepcional. Sin duda que en España misma, en otros países de Europa y en los demás continentes existen ejemplos exitosos de estas formas de economía alternativa, más participativa, democrática y humana. Pero sí vale la pena echar la mirada al lado del Atlántico desde donde se escriben estas líneas para descubrir cómo se avanza en la dirección de la economía solidaria. Los casos más notables, al menos en cuanto a número, pueden verse en Brasil donde ya suman centenares de miles de experiencias.
Esto no es un sueño de opio. Es una realidad que sobre todo muestra cómo los seres humanos podemos desarrollar capacidades para hacer la economía de manera diferente. Por supuesto, se trata de un camino largo y de esfuerzos que hay que consolidar, profundizar y ampliar. Pero es algo mucho más real que el discurso ideológico sobre una sociedad de mercado capitalista global y total, la que sí constituye de hecho una utopía irrealizable para grandes poblaciones mayoritarias de nuestro planeta.
Artículo escrito por Jorge Arturo Chaves

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